«A la gente no le gustan los listillos», dice siempre mi madre. Sin embargo, cuando uno ve a los "genios" que sueltan cada burrada por la televisión o las redes sociales, te preguntas cómo es posible que tanta gente los siga...
Y es que, muchas veces, no son tan apreciados como suponen. El que crea que la televisión o las redes sociales hoy son el medio óptimo para ejercer el periodismo no se ha parado a pensar en que una serie de normas rigen ambas plataformas: el espectáculo es el rey; la arrogancia, la reina, y el conflicto, su caballero.
No obstante, la petulancia no es única en el periodismo televisivo ni tiene menos de diez años. ¿Cuándo una profesión tan digna degeneró en este cachondeo? Quizá sea un aspecto más del cambio de era que estamos viviendo y de las reglas obsoletas del Antiguo Régimen...
El periodismo no va a desaparecer: las personas quieren saber—el qué es otra cuestión— y siempre habrá alguien dispuesto a informar. Mas los periodistas que hoy informan no pueden cometer los mismo errores del pasado. Uno de ellos es la soberbia que rodea a los informadores y la sociedad tiene gran parte de responsabilidad: cuando dejamos que una serie de personas se crean los sumos paladines de la democracia o piensen que el fin justifica los medios, está claro que nos hemos equivocado en algo. Un periodista no tiene las respuestas para todo y que aparente lo contrario no beneficia a nadie.
Luego se escuchan comentarios de todo tipo: «los periodistas están comprados», «las noticias son una basura sensacionalista», «escriben para los cuatro o cinco que les interesa» y un sinfín más de frases que desacreditan el trabajo de la comunicación. No les faltan razones para ello: como la mayoría de las actividades de nuestra sociedad, el periodismo no es solo responsabilidad de los periodistas y parece que no queremos darnos cuenta.
Ni la democracia es solo ir a votar cada cuatro años, ni el periodismo es publicar los comunicados de empresa.
Julio De Manuel
@julio_dme
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