sábado, 30 de noviembre de 2019

Vientos del Oeste


Llevaba varios días detrás de una presa. La comida escaseaba en los alrededores del campamento y los cazadores se habían visto obligados a internarse cada vez más en los bosques. Caminaba agazapado. Rastreaba el suelo en busca de cualquier huella que pudiera llevarle hasta el condenado ciervo al que acechaba.

Llevaba el rifle en ristre, presto a disparar a la más mínima señal. Apenas conocía estos nuevos bosques desde que llegaron en tren. Recordaba cuando era pequeño y sus padres lo llevaban de excursión a hacer sus famosas rutas de senderismo. Con los años, gran parte del mundo cambió. Ahora debía suministrarse su propia comida.

Lo que creía que era un ciervo había salido corriendo. Corría con prisas detrás de él. Esta vez no se le iba a escapar. Necesitaban la comida. Nunca pensó que vería bosques tan frondosos en el antiguo desierto, pero así era hoy. En pocas décadas, las incesantes tormentas y huracanes que asolaban el Caribe habían cambiado de rumbo y bañaban todas las costas occidentales del antiguo Sáhara. Los vientos del Oeste traían al fin lluvias.

Recordaba cuando en la escuela le explicaban lo de los grandes cambios en el clima. Pensaba siempre que el planeta se inundaría, se secaría y acabaría en el más absoluto caos. Se equivocó. Mientras continentes se secaban, en otros florecía la vida; mientras montañas perdían sus últimos glaciares, en profundos valles caían mantos blancos. Grandes civilizaciones perecieron y otras estaban surgiendo.

Como tantos otros, se vio obligado a migrar, a cobijarse ante un grupo que había perdido todo. Ahora debía buscar su propio sustento. Regresar a la época en que sus tatarabuelos se criaron y se ganaron su propia comida. Los grandes cambios habían producido guerras, hambres, disturbios y un sinfín de problemas. Millones por cientos tuvieron que dejarlo todo atrás. Había estado años vagando sin rumbo hasta que pudo encontrar unos viejos trenes en los que enrolarse como polizones. Había atravesado cientos de kilómetros. Todo por garantizar un mejor futuro que el que estaba viviendo.

Era un nuevo renacimiento para toda la humanidad. Esta vez en el arte de la caza, en el arte de la subsistencia y, en definitiva, en el arte de sobrevivir. Una vida que le obligaba a seguir buscando a su ciervo. No sabe bien cómo llegaron hasta África estos animales. Supuso que transportados por otras personas tiempo atrás. Sin embargo, no era tiempo de divagar. Tenía la responsabilidad de alimentar a su gente. Observaba con detenimiento su entorno. Se detuvo unos instantes. Apuntó con su rifle. Sonó un disparo.

Sonrió. Esta noche todo el campamento tendría una cena caliente...

-----
Julio de Manuel Écija
@julio_dme

No hay comentarios: