El
olor de la sal embarga los balnearios del Carmen: un edifico blanco de planta
cuadrada, rodeado de pinos y apoyado en columnas toscanas de color marfil. La
viva imagen de un pequeño santuario romano frente al mar de Alborán. La calmada
mar y las últimas luces del crepúsculo acompañan a los operarios mientras
montan el escenario naranja.
Cámaras,
trípodes y kilométricos metros de cable, que serpentean entre la unidad de
distribución RP-240 de Altair, rodean a una legión de periodistas y técnicos.
Solo dos letras blancas sobre fondo naranja permiten intuir qué se va a
celebrar en un rincón apacible de Málaga. Unas horas antes de que comience la
campaña a las andaluzas, los trabajadores preparan todo para la transmisión
frente a la televisión.
Los
periodistas, como abejas a la miel, buscan con desesperación un alargador donde
enchufar móviles y portátiles mientras dos técnicos tratan de encajar la cámara
de vídeo al trípode situado en una tarima frente al escenario:
—Sujeta
la abrazadera—ordena un señor con el pelo cenizo y arropado bajo un enorme
chaquetón.
—La
estás poniendo al revés, papá—responde con un tono de impaciencia una chica
rubia mientras da la vuelta a la pieza de sujeción.
—Agarra
de abajo… ¡Ahora!
Un
pequeño clic y el sonido del velcro relajan las facciones de Paco y Ana. La
pequeña productora familiar Vicos lleva cientos de kilómetros recorridos. Con
casi dos décadas a sus espaldas, ven difícil el futuro de su trabajo. Porque de
eso se trata: para ellos no es un acto de Ciudadanos, es solo un empleo.
—Yo
estudié la licenciatura de periodismo y de audiovisuales—cuenta Ana—. Ahora
estoy cursando el máster para sacarme una plaza de profesora en un instituto.
Su
desaliento ante la profesión no permite que melle la moral de cuatro jóvenes
estudiantes de periodismo que cubren su primer mitin. Una hora antes ya están
listos para ver, escuchar y preguntar. Ojo avizor de cualquier suceso, observan
cómo los primeros afiliados llegan a la terraza mientras periodistas y técnicos
ultiman los preparativos.
La
imagen de un pequeño bebé de cuatro meses capta la atención de los presentes.
Arropado con una mantita caqui y vestido con un jersey celeste y botones
negros, unos ojos marrones se mueven de aquí para allá mientras trata de
comprender y reconocer aquellas caras que lo observan. De su muñeca izquierda
cuelga una pequeña pulsera en la que puede leerse «Hernán».
—Un
nombre atípico.
—El
mismo que Cortés—responde su madre—. ¡Es un futuro conquistador!
La
profecía quizá sea cierta: ya había conquistado los corazones de muchos de los asistentes.
El hijo de Guillermo Díaz, diputado por Málaga, comienza a sonreír a aquellos
que juegan con sus manitas.
Los
cuatro jóvenes comienzan a acercarse al escenario naranja. Parece que en unos
minutos entraran los pesos pesados de Cs: Arrimadas y Marín. La expectación es
máxima; la recepción, gélida. Un silencio funerario recibe a los protagonistas
de la noche. Un pase de alcachofas por parte de una horda de periodistas centra
toda la atención. Las pequeñas olas que rompen contra la barbacana exterior son
el único sonido audible.
Unos
minutos solo dura la pequeña entrevista. Lo indispensable para salir en el
informativo de la noche. ¿En cuál? En todos, ya que la oferta de noticias estos
días no es muy variada… Arrimadas y su pequeño séquito abandonan el balneario.
Su intervención ha durado lo mismo que tardas en tomarte un kit-kat.
Los
jóvenes periodistas se quedan mudos y anonadados. «¿Esto ha sido todo?», se
preguntan. «Volverán a las once para iniciar la campaña», les contestan.
Todavía no son ni las nueve: tendrán que esperar dos horas para poder seguir.
¿Qué hacer? Tomarse unas cervezas, poner encima de la mesa lo que cada uno ha
cogido de aquí y de allá, mantener una charla amistosa.
Porque
el mundo es un pañuelo, descubren que son más cercanos de lo que creían.
Compartir amigos, antiguos colegios o haber conocido a unos y otros les unen
junto a una larga cadena de risas, bromas y ganas de seguir descubriendo el
extraño mundo de los mítines políticos.
El
tiempo entre el kit-kat y las campanadas de medianoche transcurre entre canapés
y conversaciones de los diferentes afiliados de Ciudadanos. La mayor parte de
los técnicos, cámaras y periodistas ya han abandonado los baños. Solo quedan
aquellos que siguen la caravana
durante toda la campaña.
El
vacío y frío de la presentación del equipo acompaña buena parte del tentempié.
No es una reunión electoral al uso: muy reducida, muy controlada, los
dirigentes se codean con los afiliados en conversaciones cortas y muy educadas.
Aparenta más una reunión en un palacete que una cena entre compañeros de
partido.
La
seguridad y la mirada a los jóvenes periodistas que parecen desentonar en ese
lugar se ve calmada cuando reparten pulseras de papel rosa con el logo de los
balnearios del Carmen como si de una discoteca del centro de la ciudad se
tratase.
La
hora llega y, bajo un frío húmedo y unos focos cegadores, Inés Arrimadas, Juan
Marín y Javier Imbroda piden el voto para Ciudadanos en las próximas
elecciones. Bajo la luna creciente y ante la mirada de unos pocos, comienza la
campaña por el Parlamento de Andalucía. ¿Quién conquistará, como Cortés en
México, el Palacio de San Telmo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario